viernes, 10 de julio de 2015

Cuento: Un Agujero en la Pared



En la boletería de un terminal de buses trabajaba un joven y callado funcionario llamado N. Todos los días debía levantarse a las seis de la mañana para cruzar la ciudad y estar a la hora indicada en su puesto. Casi nadie reparaba en él, ni siquiera las personas que acudían a su ventanilla a comprar un boleto. Era una persona tímida y callada y, como la mayoría de las personas tímidas y calladas, solo recibía del mundo un silencio abismal. Había nacido destinado a ser nadie ¿Qué más daba conocer sus gustos, o sus sueños, o incluso algo tan simple como su nombre? No, no era necesario.

Frente a la ventanilla donde N pasaba sus días, lentos y aburridos, había una pared. Nunca se había preguntado que había al otro lado. No era un hombre curioso o, más bien dicho, ya no lo era. El mundo real había aplastado todo atisbo de ensoñación. Ahora solo le importaba llegar puntualmente a su trabajo, vender boletos y regresar a su casa donde vería las mismas noticias de siempre y comería la misma cena congelada de todas las noches. Luego venía el sueño y un breve olvido del mundo. Ese era su descanso.
Más hubo un día en que algo extraño sucedió. Un pequeño agujero apareció en la pared frente a la ventanilla. Era un punto negro, muy negro. El enjuto funcionario no supo que pensar en un primer momento, pero pronto llegó a la conclusión de que lo más probable era que alguien hubiera dibujado aquel punto, así que se quedó tranquilo y olvidó el asunto.
Al otro día, sin embargo, el agujero había crecido. No, no era un punto dibujado. N se sintió, por primera vez en muchos años, curioso, pero no hizo nada. Pensó que lo mejor era esperar.
Y así pasó una semana. Cada día el agujero crecía más y más. Era totalmente negro, como si fuera la entrada a una profunda caverna, o la boca de una bestia gigantesca, o un portal a un desconocido punto del universo. Lo curioso era que nadie más parecía reparar en él. N comenzó a sentirse cada vez más atraído por la desconocida abertura. Desde que llegaba en las mañanas hasta la hora de salida, no hacía otra cosa más que mirarla. Y en las noches no podía dormir, como si toda su existencia, pasada y futura, convergiera en aquel misterioso punto.
Fue así que un día, tan común y aburrido como los otros, decidió averiguar de qué se trataba el asunto. Esta vez el agujero se había vuelto tan grande que casi tocaba los bordes de la pared. Al otro lado solo había una profunda y ominosa oscuridad.
N se acercó a la abertura. Nadie reparó en él, como solía suceder. Ahí parado, frente a algo para lo que no tenía explicación, sintió de pronto como si una llama largo tiempo apagada se hubiera vuelto a encender en su interior. Un velo pareció descorrerse, arrancándolo de la nefasta realidad que lo había consumido hasta convertirlo en un triste fantasma de sí mismo.
N estiró su mano, luego dio un paso. Pronto su contorno se desvaneció en medio de la oscuridad. Y he aquí que donde hubo un gigantesco agujero ya no había nada. Solo una simple pared.
Del introvertido vendedor de boletos nunca más se volvió a saber, y a nadie pareció importarle.

*** 

Después de un buen rato de mantener al Dragón en estado de hibernación vuelvo a compartir un poco de ficción con ustedes (mis imaginarios lectores), aunque esta vez se trata de un viejo conocido. Este cuento en su momento se llamó "El Señor sin Nombre" y, al igual que el resto de mis relatos subidos al blog, pasó por un proceso de edición y reescritura, siguiendo algunas de las sugerencias hechas por los lectores en los comentarios de la entrada correspondiente. De hecho, estuve a punto de incluirlo en El Dios Dormido, pero, por diversos motivos, no lo hice, así que me pareció una buena idea subir la versión 2.0, más que nada para insuflarle algo de vida a este espacio, que de un tiempo a esta parte está bastante abandonado (aunque no muerto, que para eso tendría que estar muerto yo también). En relación con la génesis de este cuento, nació como muchos otros de los textos que he subido al Dragón: como un intento de soltar la mano y dejar volar la imaginación en torno a una idea o imagen que me venía dando vueltas en la cabeza desde hace un tiempo. Por eso la brevedad, aunque debo reconocer que me agrada el resultado final. Refleja mucho (¿como no hacerlo?) de mi propia percepción de algunas cosas, aunque las interpretaciones se las dejo al lector.
¿Novedades? No tengo muchas. Sigo trabajando en mi próxima colección de cuentos, aunque esos no los compartiré por acá. Prefiero dedicarle todo el tiempo del mundo a mis escritos, trabajando sin apuros y dándole todas las vueltas posibles, algo que no hacía cuando escribía para el blog o FA, lo que interfería, muchas veces, con la calidad final.
Gracias, como siempre, por pasarse por estos lados. Cuando tenga alguna noticia interesante no duden en que la compartiré por el Dragón.

Saludos,

J.

No hay comentarios:

Publicar un comentario