jueves, 9 de octubre de 2014

Cuento: Un sueño en Ginebra


Repentinamente me encuentro caminando por un sendero rodeado de árboles, y aunque no conozco el paisaje me siento extrañamente regocijado ante la visión de los pinos mecidos por la brisa y un cielo primaveral apenas revestido de unas pocas nubes. En algún momento, y sin tener consciencia del trayecto que he recorrido, llego a un bosque vasto y silencioso. Penetro en él, impulsado por la curiosidad. Un anciano se encuentra sentado frente a un tablero de ajedrez, junto a la sombra del nogal más grande que he visto jamás. Sus manos se apoyan ligeramente en un bastón de madera. Me acerco y tomo asiento en la silla que se encuentra vacía. Tiene el cabello corto y blanco, y viste un pulcro traje negro. Del mismo color es la corbata, que descansa sobre una camisa blanca. Me sonríe con una sonrisa amplia y honesta.
Sin sorpresa, pues en los sueños no hay sorpresa, me doy cuenta de que es Borges. El escritor de prodigios y maravillas, el niño que jamás abandonó la biblioteca de su padre, el maestro ciego. Y a pesar de que sus ojos no pueden ver tengo la seguridad de que me observa.
Con un leve movimiento mueve un peón blanco, invitándome a jugar con él.