"Caronte se inclinó hacia delante y remó. Todas las cosas del mundo eran una con su infinito cansancio.
Para él, la cuestión no se reducía a simples años o siglos, sino a ilimitados flujos de tiempo, y a una antigua pesadez y a un punzante dolor en los brazos, que se habían convertido en parte de un laberinto creado por los dioses y en un pedazo de Eternidad.
Si los dioses le hubieran enviado siquiera un viento contrario esto habría dividido todo el tiempo en su memoria en dos fragmentos iguales.