Se puso de pie con tanta
violencia que botó un vaso de jugo que se encontraba junto al sillón. Corrió
presuroso hacia la puerta del departamento. Bajó las escaleras hasta llegar al
primer piso y salió a la calle.
Aquel era uno de los días más
calurosos de todo el año. El aire, tibio y enrarecido, le hacía difícil
respirar. Sus oídos y nariz sangraban profusamente. A su alrededor todo era
caos. Muchas personas, la mayoría, se encontraban tiradas en el suelo, inconscientes
algunas, otras en estado de shock. Muy cerca de él una mujer mayor yacía sin
vida, con los ojos muy abiertos, sangrantes.
Lo había escuchado con claridad,
a pesar de que tenía los audífonos puestos y su mp3 a todo volumen. Aquello
había sido una especie de bramido, algo que jamás había escuchado en su vida,
tan intenso y penetrante que había estado seguro que sus tímpanos explotarían.
Pero no había sido solo eso. Aquel sonido parecía haber afectado cada aspecto
de su metabolismo. Se sentía mareado, confundido. La cabeza comenzaba a
dolerle.
Caminó desorientado por las
calles. Algo parecía vibrar en el aire. Se sentía incómodo, débil. Decenas de
autos habían impactado unos con otros; algunos de sus ocupantes estaban muertos,
pero nadie hacía nada. Aquellos que aún podían moverse parecían totalmente
confusos, desconcertados ante un poder que sus mentes mundanas no podían
comprender.
Dobló en una esquina y se
encaminó hacia la playa. Cuando miró hacia el amplio horizonte se detuvo,
aplastado por un terror que nada tenía que ver con los miedos a los que los
hombres estaban acostumbrados. Algo que había estado dormido por eones comenzaba
a despertar de su letargo. Frente a él, surgiendo de las profundidades del océano,
se elevaba un tentáculo gigantesco, el apéndice ciclópeo de una criatura jamás
conocida por el género humano. Su tamaño era descomunal, como si pretendiera
tocar los cielos. A su alrededor gigantescas olas comenzaban a acercarse hacia
la costa, impulsadas por tan colosal leviatán.
De improviso, como una ráfaga de
dolor y muerte, aquel bramido, o lo que fuera, volvió a saturar la realidad.
Era la funesta melodía que anunciaba el fin del reinado del hombre. El
verdadero Dios había despertado.
Cayó de rodillas.
Excelente relato, me gustó el remate, simple pero efectivo. Pero POR FAVOR, edita en la primera frase ese "votó" que en realidad es "botó".
ResponderEliminarSaludos sangrientos
Blood
Mil gracias por el detalle. Un lapsus tremendo e imperdonable.
ResponderEliminarSaludos!
¡Gran cuento, Javier! ¡Y qué pedazo de tributo a la memoria de nuestro querido maestro de Providence!
ResponderEliminarMe agradó, en especial, la manera en que evitaste caer en el cliché de intentar imitar la pluma de L. Aprecio que puedas contar una historia de los Mitos sin tener que pasarla por ese "cedazo" de estilo que no es el tuyo.
Nuevamente, felicitaciones.
Saludos cordiales,
F.
Me estremeció el final. Y sabes a quién me imaginé en la playa mirando el horror que se levantaba de las profundidades? El mismo hombre en el que seguramente pensaste cuando escribiste esta historia.
ResponderEliminarSaludos!!
Cayó de rodillas frente al nuevo dios, que no quiere compañía. El reinado de los hombres, pero cuánto tiempo llevamos reinando. ¿Algo así puede esconder la tierra? Quizás. Sea como sea, me lo he pasado pipa leyéndote. Adoro esta literatura, estos cuentos que empiezan y no tienes ni idea a dónde llevan.
ResponderEliminarPoderosa imagen la del tentáculo, que desafia los cielos, incluso a los dioses.
Un abrazo.
¡Olvida la imagen! magnífica.
ResponderEliminar¡Gran cuento! Destaco especialmente lo que dijo F, es un cuento temática rabukurafuto sin intentar copiarlo el estilo, como la mayoría hace. También destaco lo repentino, es como si a cualquiera pudiera pasarle. Estás sentado escuchando música y de pronto te sobresaltas, te duele la cabeza, parece que escuchaste un chirrido inconcebible, todo es confusión y después la escena de la playa; horror cósmico puro.
ResponderEliminardale, sigue asi pana
ResponderEliminarEse es un verdadero fin de mundo: un bramido colosal, fuera de toda comprensión o realidad humana. El temor por lo primigenio está muy bien logrado en pocas palabras. Definitivamente, es como leer un relato de Lovecraft despojado de su habitual prosa engolosinada y condensado al máximo de su esencia. Nada más que agregar :)
ResponderEliminarSi Javier hubiese sido Lovecraft Lovecraft no sería la basura estilística que opino que es. Punto.
ResponderEliminarMuy bien mano de sombra, excelente cuento.Has desarrollado bastante tu perfil terrorífico y caótico oculto tras la cara de Javierito niño bueno...Podría relatarte alguna de mis pesadillas son aún más espeluznantes. Saludos!
ResponderEliminarEl hecho de que un bramido tenga semejante efecto sobre una ciudad entera da claramente a entender que es un horror fuera de toda escala. Cero escapatoria una vez que termine de emerger... ¡y ni siquiera se está esforzando! En resumen, muy buen relato y, como dice Emilio, muy al punto.
ResponderEliminarSaludos ;)
Javier, creo que la cotidianidad del vaso de jugo le quita fuerza al relato, como que no encaja, pienso aquello pues el narrador escribe sobre el fin de la humanidad y aquel detalle es poco relevante en comparación con lo que continúa, pero en fin es una visión personal. Extraño un poco más la descripción de una escena diurna. Creo que debiera partir en "corrió presuroso..." Abrazos
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