sábado, 26 de mayo de 2012

Cuento Breve: Lo que oculta la tormenta


Parado en el balcón de su casa, Bruno observaba la lluvia que caía sobre la ciudad desde hacía horas, sin dar signos de amainar. Ya era de noche. A lo lejos alcanzaba a divisar un mar oscuro, enfurecido. Un viento huracanado comenzaba a soplar cada vez con más fuerzas, azotando su cara, sus cabellos, su vieja parca gris que usaba desde que estaba en el colegio y que no pretendía cambiar por esas afeminadas gabardinas tan de moda ahora entre los jóvenes de su edad.

Le agradaba sentir las gotas de lluvia sobre su rostro. Le recordaba a esa infancia, no tan lejana, cuando se paraba en la puerta de aquella misma casa y miraba, con una curiosidad y atención solo posibles cuando uno es niño, las pozas que se formaban en el patio. Le recordaba también al olor de la harina mezclada con agua y zapallo, y a su mamá en la cocina, advirtiéndole que no saliera o se resfriaría.


Que curioso, pensaba Bruno. Que multitud de memorias se desplegaban en su mente tan solo con el roce de la lluvia, como si cada recuerdo tuviera su propia llave, su propio código secreto.

El gimoteo de Roco, su perro Siberiano, lo arrancó de sus meditaciones. Miró hacia abajo y vio como el animal salía corriendo aterrado con la cola entre las patas.

―¡Roco! ―gritó Bruno, pero el perro ya había desaparecido en el patio trasero. De improviso, la visión de una sombra atravesando el cielo llamó su atención. Miró hacia las alturas, girando la cabeza en todas direcciones, pero solo vio la lluvia cayendo, iluminada por los postes de luz. Se quedó un rato observando, extrañado tanto por aquella sombra como por la actitud de su perro. Había sido demasiado grande y rápida para ser un pájaro o murciélago. La otra explicación, claro, es que solo había sido su imaginación.

El viento arreció con más fuerzas y la lluvia se convirtió en una violenta borrasca. De pronto la ciudad completa se sumió en la oscuridad. Probablemente las centrales eléctricas habían sufrido algún desperfecto como consecuencia de la tormenta. Era difícil para Bruno ver algo a su alrededor pero si pudo sentir un fuerte batir de alas, como si un ave gigantesca surcara los cielos, muy cerca suyo. Tuvo miedo, no por la oscuridad, sino porque recordó a Roco y su comportamiento de hace un rato. Algo más se ocultaba en la noche.

No alcanzó a coger la manilla de la puerta. Dos garras gigantescas se incrustaron en sus hombros, llegando hasta el hueso. De un solo impulso, aquella cosa, fuera lo que fuera, se elevó junto a él, internándose en un cielo negro y tormentoso.

Bruno gritó pero nadie lo escuchó. Una siniestra silueta alada se perdió en la lejanía.

7 comentarios:

  1. Me gustó mucho. Preciso, conciso, sorpresivo.

    Blood

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  2. Me encantó. Me hizo recordar mi infancia en Concepción, cuando salía a la calle a disfrutar de las noches de lluvia y cuando, de pronto, arrancaba hacia la casa, asustada por sombras o ruidos provocados, probablemente, por mi imaginación. Yo tuve mejor suerte que Bruno, claro.

    Buen relato... :)

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  3. ¡Buen cuento, Javier!

    Buen desarrollo de ambiente, una narrativa que engaña que sus descripciones prosaicas... hasta que ¡paf!, aparece el elemento sobrenatural.

    Ojalá sigas publicando material; la cosa, se ve —y más importante aún, se lee— buena.

    Saludos cordiales,

    F.

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  4. Excelente relato mcabro, vale por compartirlo. Por lo visto la tormenta te sirvió bastante. En fin, saludos os dejo

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  5. Dichosa brevedad. Últimamente leo más cosas tuyas de Terror que de Fantasía, y me parece que puedes hacer muy buenas cosas en ambos géneros. Este, en particular, transcurre como una noche normal de lluvia hasta que entra ese ser a escena, de imprevisto.

    Me gustó.

    Saludos! :D

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  6. Es un cuento sencillo, me había acostumbrado a leer textos tuyos más intrincados. Este relato se torna algo predecible desde que el perro huye y Bruno se percata de la sombra y el sonido. Hay un detalle, el de la Parca, o también llamada muerte, no sé si lo hiciste con aquella intención, de este gusto por la muerte que pareciera se deja entrever de parte del protagonista, de lo contrario este atuendo se escribe con K. Esta bien narrado y es fluído de aquello no hay duda, es sólo que el suspenso nunca fue tal.

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  7. Hay veces que en plena vida el destino cae sobre ti y te atrapa con sus garras. Pasas un tiempo largo volando atontado como un carnero que va a ser comido en cualquier momento. Y el destino no te suelta en su vuelo impredecible. La incertidumbre te aterra. Cada mañana despiertas con sabor a sangre en la boca. Y el miedo sigue y te persigue. Tu voluntad no puede en contra de sus garras. Imploras a Dios porque ya no tienes a quien implorar piedad. Pides, gritas, no me abandones. Y ahí estás solo aterrado ante lo inevitable. Tu no lo entiendes, porque eras feliz, y se suponía que esas cosas no te sucedían a ti. Eso le sucedía a personajes de cuentos, o de películas. Pero ahí te estaba sucediendo algo peor a todo lo imaginado nunca por nadie. Y eres tu. Y es el suero y la morfina, y el cuerpo de tu hijo reventando entero, hinchado de un líquido verde, no lo puedes tocar porque le puede doler, la piel se le comienza a partir y te suplica que lo mates. Y la morfina gotea, el suero gota a gota y tu suplicas termine el suplicio. Pero no terminará ya nunca. Porque después de la muerte de ese cuerpo, al fin. Es tu alma la que sigue clavada por las garras de ese maldito destino, que no era para ti. Pero tu estabas allí cuando paso volando y te atrapó.

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