lunes, 17 de diciembre de 2012

Kaninchen Maske según Paulo Andreas Lorca

Reconociendo que hace ya un tiempo no les traigo noticias relacionadas con mis creaciones, hoy quería compartir con ustedes una ilustración que hizo Paulo Andreas Lorca de uno de mis cuentos más oscuros: Kaninchen Maske (o Máscara de Conejo en español). Para los que aún no lo han leído, trata sobre un enigmático personaje, quien oculta sus rasgos con una máscara de conejo. Sobre las motivaciones que lo llevan a ejecutar los actos que se pueden leer en el relato, nadie las conoce con certeza.

Para quienes deseen indagar más en la obra de Paulo, les dejo el enlace a su perfil en Deviantart: Mr-Lordk

Pronto les traeré más novedades,

Saludos.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Escribir un Cuento, por Raymond Carver


Allá por la mitad de los sesenta empecé a notar los muchos problemas de concentración que me asaltaban ante las obras narrativas voluminosas. Durante un tiempo experimenté idéntica dificultad para leer tales obras como para escribirlas. Mi atención se despistaba; y decidí que no me hallaba en disposición de acometer la redacción de una novela. De todas formas, se trata de una historia angustiosa y hablar de ello puede resultar muy tedioso. Aunque no sea menos cierto que tuvo mucho que ver, todo esto, con mi dedicación a la poesía y a la narración corta. Verlo y soltarlo, sin pena alguna. Avanzar. Por ello perdí toda ambición, toda gran ambición, cuando andaba por los veintitantos años. Y creo que fue buena cosa que así me ocurriera. La ambición, y la buena suerte son algo magnífico para un escritor que desea hacerse como tal. Porque una ambición desmedida, acompañada del infortunio, puede matarlo. Hay que tener talento.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Cuento Breve: Arabelle y el Poeta


Arabelle conoció a Balthasar Grämlich en una humilde posada situada en los alrededores de Bremen, en el noroeste de Alemania. Aquella era una noche particularmente lluviosa. Balthasar buscaba un refugio donde secar sus ropas y componer su ánimo. Sus vestimentas eran oscuras, como sus ojos y su cabello, pero su piel era pálida. Era un joven frágil, de mirada triste y hablar lento y cortés. Arabelle, en cambio, era como el reflejo del sol. Sus cabellos eran dorados y sus ojos tenían los colores de una tarde de primavera, y cuando sonreía el mundo entero parecía iluminarse.

Arabelle era dulce y gentil y todos querían estar a su alrededor. Pero Arabelle nunca había amado a nadie. Toda su vida la había pasado en aquella solitaria posada, levantada junto a un pequeño bosque, donde caminaba algunas tardes. No conocía una felicidad plena, pero su existencia era tranquila y con eso parecía bastarle. Más entonces vio a aquel joven de aspecto enfermizo, tan delgado como una vara, un tanto torpe al caminar y al hablar, sentado en un rincón de la sala con los ojos perdidos en un pequeño y viejo libro. Primero fue simple curiosidad, más pronto la curiosidad se convirtió en algo diferente.

domingo, 15 de julio de 2012

Cuento Breve: El Perro del Infierno


Isaías Monterros siempre fue un viejo solitario e irritable. Vivía en una antigua casa de dos pisos, toda derruida por los años de deterioro y abandono. Nunca había parecido interesado en pintar la fachada o podar la maleza del patio, de modo tal que esta había crecido a su antojo, otorgándole al lugar un aspecto sombrío y ominoso. Los vecinos evitaban compartir con él, extendiendo su recelo a los más pequeños, quienes veían en el anciano a un ser repulsivo, protagonista de rumores terribles.

Se comentaba que Isaías Monterros guardaba los cuerpos de su esposa e hijos en algún lugar de la casa, muertos largo tiempo atrás. Claro está que estas historias no tenían fundamento alguno, pero todos las creían como si fueran una verdad irrefutable. Lo cierto es que el propio anciano no se esforzaba por contradecir ninguno de estos rumores.

sábado, 26 de mayo de 2012

Cuento Breve: Lo que oculta la tormenta


Parado en el balcón de su casa, Bruno observaba la lluvia que caía sobre la ciudad desde hacía horas, sin dar signos de amainar. Ya era de noche. A lo lejos alcanzaba a divisar un mar oscuro, enfurecido. Un viento huracanado comenzaba a soplar cada vez con más fuerzas, azotando su cara, sus cabellos, su vieja parca gris que usaba desde que estaba en el colegio y que no pretendía cambiar por esas afeminadas gabardinas tan de moda ahora entre los jóvenes de su edad.

Le agradaba sentir las gotas de lluvia sobre su rostro. Le recordaba a esa infancia, no tan lejana, cuando se paraba en la puerta de aquella misma casa y miraba, con una curiosidad y atención solo posibles cuando uno es niño, las pozas que se formaban en el patio. Le recordaba también al olor de la harina mezclada con agua y zapallo, y a su mamá en la cocina, advirtiéndole que no saliera o se resfriaría.

Sobre una posible colección de cuentos


Desde hace ya un tiempo le vengo dando vueltas a una idea que se me metió en la cabeza y sencillamente no me la he podido quitar de encima: Publicar una colección de cuentos fantásticos. Así de simple. Desde que empecé a escribir relatos cortos de manera regular, tanto para Fantasía Austral como para subir a este blog, me di cuenta de que me agradaba bastante hacerlo, y lo más satisfactorio es que a otras personas parecían gustarle mis creaciones. Creo que no hay mayor motivación para un escritor novato, como yo, el que a otros le agrade lo que haces. El punto es que he logrado reunir una cantidad no despreciable de relatos cortos y no tan cortos (algunos inéditos) y heme aquí en la disyuntiva ¿vale la pena compilarlos en un libro? Obviamente, previa revisión y reescritura de los mismos. 

lunes, 21 de mayo de 2012

Cuento Breve: Kaninchen Maske


Una tarde llegó a una pequeña ciudad llamada Almond un extraño sujeto con una máscara de conejo. Llevaba puesta una chaqueta color gris oscuro, una bufanda negra y pantalones del mismo color. No traía ningún equipaje consigo excepto por una daga enfundada en su cinturón, aunque de esto nadie se dio cuenta ya que la llevaba oculta bajo el resto de sus ropas.

Los que lo vieron llegar decían que había algo perverso en él, como si un halo de malignidad lo rodeara. A nadie le prestó atención. Con un extraño andar renqueante se dirigió a los barrios bajos de la ciudad, donde pululaban las mafias y los delincuentes menores. Se perdió en oscuros y fétidos callejones, plagados de ratas y cucarachas, y un sinfín de otras pestes. Nadie lo volvió a ver.

lunes, 19 de marzo de 2012

Cuento Breve: Abel, la niña y el mendigo


Caminaba por una calle solitaria, una noche particularmente fría y oscura. La ciudad entera parecía dormir, silenciosa, arropada bajo las manos invisibles del Dios de los sueños. Los faroles eran como vigías mudos, enigmáticos, destinados a luchar eternamente contra las sombras que se cernían acechantes.

Abel miró a las alturas: comenzaba a nevar. Se arrebujó aún más en su abrigo  y apresuró el paso. Los antiguos edificios se erguían solemnes a su alrededor, observándolo con sus ojos ciegos.

Un movimiento llamó su atención. Giró la cabeza y vio salir de un callejón a una niña tomada de la mano de un hombre viejo y sucio. Por sus caracteristicas era evidente que se trataba de un mendigo. Instintivamente se apegó a la pared, tratando de no ser visto, sin embargo, no les despegó los ojos de encima ¿que significaba aquello? ¿una niña acompañada de un mendigo a esa hora de la noche? Algo no calzaba en aquella imagen. Estuvo un rato agazapado hasta que se alejaron lo suficiente. Entonces, dominado por la poderosa sensación de que algo malo sucedería aquella noche, decidió seguirlos.

martes, 21 de febrero de 2012

Cuento Breve: Un Violinista en Thüringer


Una fría mañana de otoño, un joven violinista apareció entre los sombríos robles del bosque de Turingia, en Alemania. Vestía un largo abrigo negro. Una boina gris le cubría la cabeza. El instrumento, de impecable factura, dormitaba en un pequeño maletín.

Con cuidada elegancia, como si se encontrara frente a un público selecto, el joven comenzó a tocar una triste melodía, parado, solitario en medio del vasto bosque. Su rostro reflejaba un hondo pesar. Los ojos estaban cerrados, como si aquella música evocara algún recuerdo, más aquel recuerdo no era feliz. La frágil silueta del joven, su pálida faz, los largos dedos, le hacían asemejarse a un triste fantasma. A veces un suave viento lo envolvía, moviendo levemente, con gentileza, sus negros cabellos.