Se puso de pie con tanta
violencia que botó un vaso de jugo que se encontraba junto al sillón. Corrió
presuroso hacia la puerta del departamento. Bajó las escaleras hasta llegar al
primer piso y salió a la calle.
Aquel era uno de los días más
calurosos de todo el año. El aire, tibio y enrarecido, le hacía difícil
respirar. Sus oídos y nariz sangraban profusamente. A su alrededor todo era
caos. Muchas personas, la mayoría, se encontraban tiradas en el suelo, inconscientes
algunas, otras en estado de shock. Muy cerca de él una mujer mayor yacía sin
vida, con los ojos muy abiertos, sangrantes.
Lo había escuchado con claridad,
a pesar de que tenía los audífonos puestos y su mp3 a todo volumen. Aquello
había sido una especie de bramido, algo que jamás había escuchado en su vida,
tan intenso y penetrante que había estado seguro que sus tímpanos explotarían.
Pero no había sido solo eso. Aquel sonido parecía haber afectado cada aspecto
de su metabolismo. Se sentía mareado, confundido. La cabeza comenzaba a
dolerle.