El edificio se levantaba ante él como el cadáver de una criatura
gigantesca y repulsiva, olvidada junto al borde del camino. El día comenzaba a
decaer rápidamente, demasiado rápido para su gusto, por lo que apuró el paso.
El silencio que reinaba en aquel sitio lo hacía sentirse inquieto. El muchacho
hubiera esperado la presencia de algún perro solitario, o uno que otro pájaro
en las inmediaciones, pero no había nada, excepto por la densa vegetación que
había ido creciendo alrededor de la estructura a lo largo de los años.
No tenía idea de cuánto tiempo llevaba abandonada, pero sabía que en
algún momento, durante la infancia de sus padres, había sido un importante
centro deportivo, y como era de esperarse había terminado siendo reemplazada
por un complejo mejor equipado y mucho más moderno en el centro de la ciudad.
Ahora no era más que una mole gris que parecía resistirse al inexorable paso
del tiempo.