martes, 19 de julio de 2011

Cuento Breve: Los Niños Grises



De repente se sentía desorientado. El niño miró a su alrededor, buscando alguna respuesta, mas solo vio humo y edificios destruidos.

Era incapaz de recordar algo, incluso como había llegado a ese lugar.

El extraño hombre lo llevaba de la mano. A su alrededor se apretujaban otros niños, demasiados para contarlos, todos de edades similares a la suya. Se veían tristes, opacos. Sus ojos parecían extraviados en el caos que los rodeaba.

—No mires atrás, pequeño —le dijo el extraño hombre. Su voz trató de ser dulce, pero había algo en ella que la hacía lúgubre.

Se fijó en él. Iba completamente vestido de negro. Un largo abrigo le cubría el cuerpo hasta las rodillas. Traía las manos enguantadas y un sombrero de copa. En la mano izquierda llevaba un paraguas, con el que se cubría la cabeza, aunque no llovía. Su rostro era tan blanco como la nieve.


El niño miró a los cielos, grises en aquél momento. De pronto comenzó a caer una suave llovizna que pronto se convirtió en un violento aguacero. El hombre de negro sonrió.

—Siempre es bueno estar preparado —dijo, mientras seguía avanzando. Entonces se puso a tararear una melodía que el niño creyó haber oído antes, pero no podía recordar donde ni cuando.

En torno a ellos había hombres que corrían. Llevaban armas y trajes grises. El niño sintió miedo, pero nadie se fijó en él.

El hombre de negro seguía tarareando su canción, indiferente.

Sintió deseos de detenerse. Trató de liberarse de la mano del extraño, pero no pudo. Entonces quiso gritar, pero su voz se había ido. Sin embargo, había algo que lo retenía. No quería irse con aquel hombre.

Los otros niños se apretujaban cada vez más en torno suyo.

—Pronto, niños. Pronto dejaremos este caos. Aún debo recoger a un par más —dijo el desconocido de ropas oscuras como un abismo sin fondo.

La lluvia, indiferente, caía con fuerzas. Se habían formado posas en todos lados. El día se había convertido en un largo lamento vestido de colores grises.

Necesitaba regresar. Entonces se giró.

Una mujer lloraba tendida sobre el suelo. Estaba empapada, pero parecía no importarle. Gritaba y lloraba, maldiciendo a los hombres que pasaban junto a ella. Sus lágrimas se desvanecían junto a las gotas de lluvia. En su pecho acunaba a un niño, que yacía inerte, con los brazos lánguidos colgando a un costado. Sus ropas se habían vuelto de un color escarlata.

Uno de los hombres de gris se detuvo frente a la mujer. La apuntó con su arma y le disparó en la cabeza.

—He dicho que no miraran atrás —le dijo el extraño vestido de negro, obligándolo a darse vuelta—. Lo que suceda en este lugar ya no es de vuestra incumbencia. Ya nadie les podrá hacer daño. Lo prometo.

Y mientras caminaba, rodeado por niños de mirada triste, el desconocido siguió tarareando aquella vieja canción.

8 comentarios:

  1. Un relato muy conmovedor Javier. A veces la inocencia vuela perdida junto a un hombre pálido de abrigo negro y ni siquiera nos damos cuenta.
    Este tipo de escritos tienen una garra con una uña de varias pulgadas que rasca el subconsciente de manera perturbadora, disfrazada de infantilismo. No me referiré a nada técnico, creo que ante mensajes como éste lo demás es nimio.
    Un aplauso silencioso. Muy buen trabajo.

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  2. ¡Qué cuento tan extraño! Parece estar escrito en base a sensaciones más que en hechos concretos. La sensación de frío, de humedad, de desconcierto, todo esto condensado en el tono grisáceo. Me dejó un poco perpleja y con ganas de seguir leyendo sobre el destino de estos niños grises.

    A todo esto, qué buena la imagen que elegiste. Casi, casi podría pensarse que te basaste en ella para inspirarte en esta historia, ji ;)

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  3. Gracias, a ambos por sus comentarios.

    Paulo, me alegro que hayas podido captar el "mensaje" tras este relato. Precisamente tiene que ver con la perdida de la inocencia, y como la muerte puede ser un descanso, un escape de esta realidad tan gris.

    Alejandra, pues diste en el clavo. La imagen que acompaña este cuento fue la que me inspiró a escribirlo :)

    Saludos!

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  4. maravilloso, es una realidad que cada dia que el sol alumbra y la noche saluda se vuelve mas profunda en la llamada tierra.. javier..has logrado conmocionar grados del corazon.. gracias..
    camuliano

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  5. ¡Muy buen cuento! Lleno de emociones y simbolismos que sólo hacen de su lectura un disfrute aún mayor.

    Creo que lo que más resalto es la frialdad con que describes todo, en contraste con la cancioncita que dael tomo tétrico/macabro al relato.

    Saludos cordiales,

    F.

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  6. Ay, ay ay.. Esa canción le pone a uno los pelos de punta. Y aunque remarcas que al niño no le gusta nada el señor vestido de negro (que gran ilustración) no dejo de pensar que, por lo que hay a su alrededor, resulta difícil discernir qué camino es mejor.
    No mires atrás. Es un buen consejo. El disparo en la cabez en este contexto resulta espeluznante.
    Un abrazo.

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  7. Buena historia me recordó al flautista de hamelin con algo más lucubre. Esta super bueno en fin vale por compartirlo espero que estés bien saludos

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  8. Cumpita, hace algún tiempo leí este cuento y debo decir que me encantó. Me provocó una sensación de melancolía y oscuridad, que en lo personal, ni los relato de terror más terroríficos me habían provocado, y sin ser de esa índole este relato. Un abrazo.

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