jueves, 11 de septiembre de 2014

Cuento: En las profundidades


El edificio se levantaba ante él como el cadáver de una criatura gigantesca y repulsiva, olvidada junto al borde del camino. El día comenzaba a decaer rápidamente, demasiado rápido para su gusto, por lo que apuró el paso. El silencio que reinaba en aquel sitio lo hacía sentirse inquieto. El muchacho hubiera esperado la presencia de algún perro solitario, o uno que otro pájaro en las inmediaciones, pero no había nada, excepto por la densa vegetación que había ido creciendo alrededor de la estructura a lo largo de los años.
No tenía idea de cuánto tiempo llevaba abandonada, pero sabía que en algún momento, durante la infancia de sus padres, había sido un importante centro deportivo, y como era de esperarse había terminado siendo reemplazada por un complejo mejor equipado y mucho más moderno en el centro de la ciudad. Ahora no era más que una mole gris que parecía resistirse al inexorable paso del tiempo.

Las murallas exteriores estaban cubiertas de algunos viejos grafitis, aunque el muchacho sabía que la mayoría de las personas había aprendido a evitar aquel lugar. Se comentaban cosas macabras en los alrededores. Hace algunos años, en los periódicos locales, había salido un reportaje sobre una secta que usaba el edificio para llevar a cabo sus rituales. Todos habían sido detenidos, e incluso algunos encarcelados, aunque nunca se supo con claridad la naturaleza de su culto. Lo relevante de aquel incidente era el hecho de que poco tiempo después habían comenzado a suceder extraños fenómenos en la zona, entre los que se incluían ruidos y luces durante las noches y la desaparición de algunos animales de ganado.
Una de las historias que más se había difundido era la narración de un anciano que refería haber sentido una noche como algo de un tamaño considerable se arrastraba en los alrededores de un lago cercano, lugar donde llevaba a beber a sus dos caballos. Al momento de acercarse al sitio de donde provenía el ruido había visto con horror como el lago, así lo relataba él, se tragaba a ambos animales. La noticia había aparecido en varios medios de comunicación, incluso a nivel nacional, pero nunca se pudo comprobar la veracidad del relato.
El muchacho buscó la entrada principal y se adentró en la oscuridad, sintiendo al momento una punzada de temor en la boca del estómago. Algo dentro de él le dio a entender que aquello no estaba bien, que debía alejarse cuanto antes de aquel lugar, pero el orgullo (o la estupidez) fue más fuerte que la sensatez.
Sabía que había una piscina olímpica en algún lugar del amplio edificio y también sabía (le habían indicado todo con detalle) que ésta aún estaba llena de agua. El desafío era muy sencillo. En el centro de la piscina encontraría una pelota roja flotando, sus amigos se habían encargado de eso, aunque se habían asegurado de ir en grupo y temprano en la mañana. El muchacho, por el contrario, debería ir en el atardecer, nadar hasta el centro y rescatar el balón. No había ningún premio de por medio, excepto el demostrar que era capaz de hacerlo. Y ahí estaba ahora, avanzando en la oscuridad, sintiendo como el miedo lo carcomía por dentro.
Evitó mirar hacia las innumerables puertas y ventanas, imaginando toda clase de seres de pesadilla ocultas tras sus sombras. En algunas paredes pudo ver extraños símbolos y palabras escritas en un idioma que no reconocía. Le hubiera aliviado ver alguna rata correteando por los rincones, pero sus pasos y su respiración eran el único signo de que en aquel lugar había algo vivo.
Siguiendo las indicaciones dibujadas en un papel logró dar con la puerta que daba a la piscina. Al ingresar comprobó con cierto alivio que una de las paredes era un amplio ventanal, hoy ya destruido, por lo que había mucha más luz que en el resto del edificio. El sol ya se había ocultado, así que se apresuró sabiendo que la noche no tardaría en caer sobre él.
La piscina era mucho más grande de lo que había imaginado y el agua que la llenaba era negra y turbia, como la de un pantano. Cerca del centro pudo apreciar la pelota roja, flotando inmóvil sobre aquella masa oscura y repugnante. No quiso pensar en lo que se ocultaba bajo su superficie, aunque esperaba que, fuere lo que fuere, estuviese muerto y sumergido.
Lentamente, como demorando lo que venía, se sacó los pantalones, el polerón y la camiseta. Hizo una pila con la ropa y sobre ella dejó su celular y su reloj de pulsera. Luego, ignorando el olor nauseabundo que emanaba de aquellas aguas, introdujo uno de sus pies. Extrañamente no estaba tan helada como esperaba. Pronto sumergió el resto de su cuerpo, excepto por la cabeza, que se mantenía muy erguida, evitando tragar aquel zumo nauseabundo.
Usando sus pies y manos para impulsarse, como si se tratara de un perro, nadó hasta el centro de la piscina. Le tomó unos pocos segundos llegar hasta la pelota, la que colocó bajo su brazo izquierdo. A través del amplio ventanal pudo ver un cielo negro en el que poco a poco comenzaban a revelarse las primeras estrellas. Cuando se preparaba para volver al borde de la piscina un pequeño objeto flotante llamó su atención unos pocos metros más allá. Sin pensarlo mucho, y sintiéndose más seguro al saber que pronto ganaría aquella apuesta, nadó hasta él. Al alcanzarlo lo tomó con su mano derecha y lo observó con curiosidad. El objeto era una pequeña figura tallada en madera del tamaño del dedo índice. Parecía un pulpo, o eso le pareció a primera vista. Decidió llevársela consigo, como una recompensa por todo aquel esfuerzo sin sentido.
No alcanzó a avanzar mucho más cuando sintió una leve agitación en el agua. Se quedó quieto, inundado por el terror, y esperó. Algo gigantesco se movía bajo la superficie, pero no solo bajo ésta. En el resto del edificio se comenzaban a sentir, cada vez más cerca, los sonidos de varios cuerpos arrastrándose hasta donde él se encontraba.
No pretendía quedarse ahí mientras aquellas cosas se acercaban. Comenzó a nadar nuevamente, esta vez más rápido, pero una extremidad viscosa, o eso le pareció, se aferró a su torso con tal fuerza que pudo sentir como sus costillas se trituraban. Entonces, antes de que alcanzara a comprender el horror con el que se había encontrado, aquel apéndice lo arrastró al fondo. Su grito se convirtió en cientos de burbujas que bulleron hasta la superficie, donde flotaban la pelota roja y la extraña estatuilla, en cuya base se leía, en letras muy pequeñas, la siguiente oración:

Ph´nglui mglw´nafh Cthulhu R´lyeh wgah´nagl fhtagn

Las oscuras aguas de la piscina pronto dejaron de agitarse y los sonidos en los innumerables pasillos se fueron alejando de a poco. Solo quedó el silencio y aquella mole de granito, guardando el sueño de los vástagos del Dios que duerme en las profundidades del océano, esperando despertar a este mundo.

*** 


El texto que acaban de leer es el primer borrador de una idea que me venía dando vueltas hace rato, inspirada en la ilustración que pueden ver más arriba, donde un niño flota tranquilamente en una piscina, mientras unos tentáculos se acercan peligrosamente a él desde las profundidades. Lamentablemente, por diferentes motivos, no había podido sentarme a desarrollarla. Eso hasta anoche, cuando decidí tratar de "soltar la mano" con un cuento breve para este blog. Mi intención original era escribirlo para ser publicado en Chile del Terror, a propósito de un mail que me enviaron para colaborar en el mes dedicado a Lovecraft, pero mis otras obligaciones me impidieron alcanzar tal propósito. El cuento, como se puede apreciar, hace evidentes referencias a los mitos de Cthulhu, aunque me tomo unas cuantas licencias. Como siempre, lo escribí con la única intención de pasar un buen rato desplegando mi imaginación sobre el papel en blanco. Si disfrutan con la lectura, me sentiré más que satisfecho y cualquier comentario siempre será bienvenido.

Saludos

7 comentarios:

  1. Hola Javier, que bien hayas podido volver a publicar un cuento.
    Me agradan varias cosas de tu relato. Lo que si hubiera preferido es no saber que otros fueron en la mañana a dejar la pelota roja. Para mí, mejor que esta estuviera allí, casi como un mito y que tu protagonista se anime a verificar su existencia y luego, a terminar la aventura recuperándola.
    Bueno, espero sigas escribiendo
    Un abrazo!
    Paulo

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    1. Paulo, así como lo planteas siento que suena harto más interesante que la idea de la apuesta con sus amigos. Eso es lo que me agrada de publicar en el blog, el hecho de recibir retroalimentación de los lectores, con lo que el texto sale muy beneficiado. Voy a tener en cuenta tu consejo para una próxima reescritura o edición.

      Y muchas gracias por seguir pasando por acá,

      Abrazos.

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  2. Hola! me gusto bastante tu relato. Me recordó levemente este video:
    http://youtu.be/6QFwo57WKwg
    Saludos!

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    1. Recuerdo haber visto ese video hace más de un año con unos amigos y lo encontré buenísimo en su momento, aunque el relato parte de una premisa un poco distinta, si debo reconocer que hay un par de cosas en común, como la piscina y la estética lovecraftiana (tentáculos y esas cosas).
      Y muchas gracias por tu comentario. Me alegra que hayas pasado un buen rato leyendo una muestra de mi propuesta como autor,

      Saludos.

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  3. Hola, Javier.

    Sabes que, en general, ya no hago esto de comentar cuentos en blogs, debido a que no me siento capacitado para hacerlo, por convicciones éticas personales. Sin embargo, hoy quise hacer una excepción porque en esta pieza se repite algo que me ha estado llamando la atención durante el último tiempo.

    No, no voy a hablar de errores por letras mal puestas o palabras repetidas. Esos son ripios propios de la revisión y allí es donde se ven. Me preocupa más -si "preocupa" es la palabra que estoy buscando-, que tus cuentos, si bien pulcros, se lean (diferencias más, diferencias menos) todos iguales.

    Básicamente, hay una atmósfera oscura, un personaje pálido, algo ominoso en el ambiente, la sugerencia de una oscuridad mayor y una "pantalla" que se cierra en negro mientras el horror silente queda como la última palabra del relato. Comprendo, por supuesto, que estás situado en la margen del horror y que este cuento es, en particular, un desafío con sabor Lovecraftiano. Sin embargo, te siento (cosa mía) prisionero de un imaginario limitado, incluso dentro de tu propia área de desarrollo: las mismas palabras, las mismas metáforas, el mismo personaje... no sé.

    De la técnica tengo poco y nada que decir, porque el cuento siempre me ha sido ajeno en gustos y en metas. Pero me preocupa un poco la rigidez y la precisión quirúrgica de la imaginación. Ahí, creo, la "economía" propia del cuento corto podría estar jugando una mala pasada, ya que cuando te leo admiro mucho la prolijidad, pero extraño la sorpresa.

    Un abrazo, y espero que nos veamos pronto,

    Emilio.

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    1. Emilio, muchas gracias por comentar y leer críticamente este relato. Ya sabes que gran parte de mi evolución como escritor se la debo a tus extensos correos donde analizabas con precisión quirúrgica los primeros borradores de ECdA, señalándome los clichés y lugares comunes en los que caía una y otra vez sin darme cuenta. En esta ocasión, sin embargo, si soy consciente de lo que señalas. Y aunque no lo creas, hace un tiempo Leslie me señaló algo similar. Me dijo: "tus cuentos siempre, o casi, suceden de noche, y todo es oscuro y macabro ¿No pueden suceder cosas terroríficas de día?". Eso me quedó dando vueltas un buen rato y cuando me dediqué a releer y editar los cuentos de mi blog me di cuenta de que efectivamente se repetían muchas cosas. En mi "defensa" puedo decir que los cuentos del dragón son escritos sin muchas pretensiones y los veo más como un ejercicio narrativo, como bosquejos de algo mayor. Generalmente en ellos despliego ideas que se me vienen a la cabeza, escenas, imágenes. Pero tienes razón, al leerme da la impresión de que mi imaginario está limitado a una estética muy particular.
      Ese es uno de los motivos por los que decidí comenzar a escribir cuentos un poco más largos y no publicarlos en el blog. Mi intención es comenzar, de a poco, a adentrarme en otro tipo de historias y personajes, aunque no es tan sencillo. Tengo una debilidad por los ambientes oscuros, la niebla, la noche, los personajes pálidos, silenciosos, reflexivos. No sé, me imagino que es parte del proceso de ir madurando como autor y no terminar convirtiéndose en una mala copia de uno mismo.
      En cualquier caso agradezco muchísimo tu comentario porque es precisamente lo que busco cuando subo cosas al blog. Y como ya te he dicho varias veces: de los amigos espero sinceridad y que me digan las cosas que quizás no es tan grato oir o leer. Si tu no hubieras sido sincero hace un par de años, quizás que clase de bazofias habría terminado escribiendo y publicando.

      ¡Un abrazo de vuelta!

      PD: La junta la coordinamos por interno.

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    2. Vaya, me gustó mucho tu relato. Está muy bien escrito y ambientas muy bien la escena. Te felicito. Un saludo

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