Una tarde llegó a una
pequeña ciudad llamada Almond un extraño sujeto con una máscara de
conejo. Llevaba puesta una chaqueta color gris oscuro, una bufanda
negra y pantalones del mismo color. No traía ningún equipaje
consigo excepto por una daga enfundada en su cinturón, aunque de
esto nadie se dio cuenta ya que la llevaba oculta bajo el resto de
sus ropas.
Los que lo vieron llegar
decían que había algo perverso en él, como si un halo de
malignidad lo rodeara. A nadie le prestó atención. Con un extraño
andar renqueante se dirigió a los barrios bajos de la ciudad, donde
pululaban las mafias y los delincuentes menores. Se perdió en
oscuros y fétidos callejones, plagados de ratas y cucarachas, y un
sinfín de otras pestes. Nadie lo volvió a ver.
Un par de jornadas después un tumulto
de personas se amontonaba alrededor de la casa de Egmont Krahm, uno
de los líderes de la banda llamada “Los Cabezas Rojas”, debido
a que la mayoría de sus miembros tenían el cabello de aquel color.
Estaba tirado sobre su cama con un profundo corte en el cuello. La
sangre había teñido las sabanas de un intenso color bermejo. No
había huellas ni ningún rastro que indicara que alguien más
hubiera estado en la habitación. Lo más insólito vino después,
cuando la policía se dio cuenta de que el resto de los miembros de
la banda habían corrido la misma suerte. Diez hombres en total,
tipos duros, violentos, temidos por los vecinos del lugar, habían
sido encontrados en medio de charcos de sangre. Ninguno presentaba
signos de haber luchado o intentado defenderse. Era como si una
sombra hubiera deslizado un espectral cuchillo por sus cuellos en el
último momento. Por supuesto, esto dio pie a una serie de conjeturas
e indagaciones. Los diarios locales cubrieron la noticia con detalle,
poniéndo especial énfasis en la identidad del desconocido verdugo.
No faltó quien hizo referencia al enigmático forastero con la
máscara de conejo, pero, aunque la policía dio vuelta la ciudad,
fue imposible encontrar rastro de él.
Pasaron unos días de
relativa tranquilidad, excepto por los continuos rumores en torno al
caso del “Asesino Enmascarado” que rondaba por la ciudad. La
mayoría hablaba de él como si se tratara de un anónimo justiciero,
sin embargo, había otros que lo miraban con recelo, pues solo un
lunático actuaría de esa manera. No era común que un hombre con
una máscara de conejo se pusiera a impartir la justicia con su
propia mano.
No está de más decir
que los cabecillas de las bandas que aún quedaban en la ciudad no
estaban para nada serenos con todo esto. Andaban armados de pies a
cabeza, sin excepción, e incluso algunos, los más descarados, hasta
habían pedido protección policial.
Entonces sucedió que un
nuevo homicidio se perpetró en la ciudad. Era de noche y una
prostituta llamada Alberta fue quien encontró el cuerpo. Se trataba
nada menos que de Hackett, cara de
cerdo. En este caso lo habían abierto desde bajo el esternón hasta
la ingle, y le habían arrancado todos los órganos, incluyendo los
intestinos. La imagen era macabra y poco agradable para estómagos
débiles. Hackett, por supuesto, era un conocido proxeneta y
estafador, sospechoso de haber dado muerte a unas cuantas de sus
“trabajadoras”. No pasó mucho tiempo antes de que se hallaran
los cuerpos de sus colaboradores más cercanos, incluyendo sus
matones, Horst, el gorila, y Garin, cuchillo oxidado.
Nuevamente
la población entera se escandalizó. Esta vez el jefe del
departamento de policía, el inspector Krupp, ofreció una recompensa
por la cabeza del asesino, aunque no fue el único. Stein Offermann,
el jefe de la mafia más poderosa de la ciudad de Almond, mandó a
llamar a los mejores sicarios del país. Prometía nada menos que la
cuarta parte de su fortuna personal. Así, desde los puntos más
alejados de la nación comenzaron a llegar, muy discretamente,
algunos de los asesinos más peligrosos y buscados de la época.
Durante
todo este tiempo nadie había visto ni rastro del desconocido con la
máscara de conejo. Si en verdad era él quien estaba tras los
asesinatos, había que reconocer que se trataba de un genio. Las
escenas del crimen siempre estaban limpias, como si en verdad en el
momento del homicidio no hubiera habido nadie más junto a las
víctimas. Ni un cabello, ni una huella, ni un solo descuido o error.
El inspector Krupp, a pesar de todos sus años de experiencia, era
incapaz de dar con una pista que le permitiera resolver el caso.
Pronto
las cosas se pusieron peores. En diversas partes de la ciudad
comenzaron a aparecer los restos mutilados de los sicarios que habían
llegado en busca del enmascarado. Reporteros de diversas partes del
país viajaron a Almond para cubrir la noticia. Los titulares de los
diarios se llenaron de referencias al reservado justiciero que había
llegado para acabar con el crímen organizado. No era casualidad que
hubiera llegado a Almond en particular, pues era precisamente ahí
donde las mafias habían comenzado a prosperar, amparadas por un
sistema corrupto y una policía con las manos atadas, que debía
contentarse con perseguir a ladrones menores.
La
situación había llegado a tal grado de descontrol que el inspector
Krupp fue amenazado con ser desvinculado de sus funciones si no era
capaz de detener al asesino que rondaba impune por la ciudad. Si
alguien le hubiera preguntado su opinión, este habría dicho que lo
mejor que le podía pasar a Almond y al país era la presencia de
este enmascarado, pero claro, eso no era lo que sus superiores
querían escuchar. No había lugar para la sinceridad en un puesto
como el suyo.
Vino
un tiempo en que nada nuevo aconteció. Dejaron de aparecer los
cuerpos destripados de los miembros de la mafia por la ciudad.
Además, al parecer ya no quedaba ningún sicario con vida, y los que
habían tenido suerte se habían marchado tan silenciosos como
llegaron, reconociendo en este enmascarado a un verdadedo maestro en
el arte de matar. Fue así como las cosas parecieron volver a la
normalidad, y el mismo Stein Offermann pareció relajarse, creyendo
que el misterioso asesino de la máscara de conejo ya no lo volvería
a molestar.
Una
mañana, mientras leía el diario y bebía una taza de café en su
oficina, el inspector Krupp fue interrumpido por uno de sus
subalternos. Traía consigo una caja y una nota. Al ser interrogado
por su procedencia dijo que no tenía remitente y que había llegado
hace unos pocos minutos. Luego de despachar al joven funcionario, el
inspector abrió la nota que decía concisamente: “Ha sido un
gusto. Que tenga un buen día”.
Con
un extraño presentimiento abrió la caja. Envuelta en papel de
diario estaba la cabeza del jefe de la mafia, Stein Offermann. Junto
a esta, salpicada de sangre, descansaba una extraña máscara de
conejo.
Plop! Está bien narrado en general, sin embargo, al final siento que le faltó algo más de desarrollo, claro el enmascarado termina por limpiar la ciudad y hacer el trabajo de la policía, que está más preocupada de encontrarlo a él.
ResponderEliminarAl inicio del tercer párrafo se lee, "Al otro día" es disonante, podría ser a la mañana siguiente, horas más tarde, no sé, algo no suena bien ahí.
Hola Javier!
ResponderEliminarTambién encontré un par de errores de edición que se pasaron de largo, seguramente. Me parece un buen relato de corte policial y con algo de siniestro también, creo que tal vez redujiste el espacio más de la cuenta porque ese final es muy potente y podrías trabajarlo más, en el sentido de lograr mayor tensión en el lector durante el relato, para luego sorprendernos con eso. Quizás hacer énfasis en el descontento que sentía el tipo con su jefe, por lo que en cierta medida este accionar del homicida conejudo sea como un gesto cómplice con él. No sé si logro explicar la idea.
Por otro lado, me alegra haber encontrado esta entrada en tu blog, ¡estabas demasiado silencioso!
Gracias por compartir tu creación!
Estefanía
Muchas gracias por comentar. Sobre el texto en si, aún está en un estado larvario y es susceptible de ser mejorado. Generalmente, y acá hablo de todos los cuentos que subo a mi blog, luego los edito, tras leer los comentarios y críticas que le hacen los lectores. Y Estefanía, aunque no lo creas, el cuento finalizaba con un "acercamiento" al inspector Krupp y dejaba entrever su percepción sobre el asunto, pero al final decidí terminar solo con la imagen de la máscara de conejo. En una edición posterior trataré de desarrollar un poco más la escena final.
ResponderEliminar¡Vuelvo a reiterar las gracias por vuestra retroalimentación!
Me faltó el final, la historia es buena y se termina, pero no hay final (o lo que yo acostumbro llamar final, más bien dicho).
ResponderEliminarBlood
¡Gran cuento, Javier!
ResponderEliminarPor mi parte —y dejando de lado los temas de edición antes mencionado— me parece que es una pieza muy potente; el aire de oscuridad y hasta gótico de Almond se deja percibir, mientras nuestro (anti-)héroe enmascarado deja su marca sin que el narrador intente que empatizemos con él. Esto último en especial, configura una narrativa "distante" que me parece muy interesante de leer.
El final, tiene una gran punchline; se puede discutir si el espacio entre el final del intermedio y el final le falta un poco de desarrollo (a mí no me falta, por ejemplo), pero creo que la pieza tiene un gran potencial.
Saludos cordiales,
F.
Uno que otro detalle de edición dando vueltas por ahí, pero en general es un muy buen relato. La verdad no siento que el final esté incompleto, y aunque no sea explicita la reacción del inspector Krupp, no es difícil tener una idea de ella tomando en cuenta su cargo y opinión del tema. Entiendo que algunos lo encuentren brusco después de tanto desarrollo y dos párrafos de desenlace, pero por nada le agregaría algo a las líneas finales.
ResponderEliminarSaludos ;)
Me gusta el relato, pero en aras de la amistad y la mejora, seré crítico:
ResponderEliminarA mi gusto, el tono del relato a ratos es mecánico. Sí, la narración tiene tu voz, tu estilo calmo y sin titubeos. Pero frases como la introductoria "Una tarde llegó a una pequeña ciudad llamada Almond un extraño sujeto con una máscara de conejo" me resultan extrañas. Además de brusca, y no en el sentido de sorpresa sino de molestia. Me quedaré con un solo ejemplo por cosas de longitud. Es la diferencia entre "Los que lo vieron llegar decían que había algo perverso en él, como si un halo de malignidad lo rodeara. A nadie le prestó atención" y "No le prestó atención a nadie, y los que lo vieron llegar decían que en él había algo perverso, como si tuviera un halo de malignidad rodeándolo" lo que reclamo. Es como si en esas partes hubiera alguien escribiendo y una una historia que se escribe. Ese alguien que tiene un manual de conectores, proposiciones y formas correctas de decir las cosas. Hay que sumergirse en el texto, perderse en él.
(Releo y pienso que me está haciendo mal tanta teoría literaria XD)
Otro objeción es ante la escena del "la imagen era macabra y poco agradable para estómagos débiles". Con su precedente bastaba, me interrumpiste el escalofrío a la mala. Desarrolla lo macabro y lo poco agradable, no me lo digas. ¡por favor desarróllalo! en tu estilo elegante, espero, daría buenos resultados.
Sobre el final, dos hipótesis: El hombre de la máscara de conejo termina su trabajo y manda el mensaje al policia o, y en esto dejé volar mi imaginación, el enmascarado era Stein Offermann y el último eslabón de su propósito es él mismo. No sé, lo primero me suena correcto, lo segundo me suena alucinante. ¿Qué elegir?
Saludos, fantasista.
Tremendo comentario, Samir. ¿Que decir? La mayoría de tus aseveraciones me parecen apropiadas, coherentes. No tengo mayores objeciones. Créeme que las tendré en cuenta a la hora de reescribir este relato, al cual aún le quedan muchas cosas por pulir. La versión actual no pasa de ser un borrador un tanto apresurado.
ResponderEliminarEn cuanto al final, no diré nada. La idea es que cada lector lo interprete como quiera, aunque tu segunda hipótesis es, tal como dices, alucinante.
¡Muchas gracias a todos por comentar!
Buen relato. Una ciudad metáfora. Un mundo muy parecido al nuestro, para que engañarse y una recreación del superhérore. Este, interesante, por discreto. No se pavonea, como hacen todos.
ResponderEliminarPD: gran acierto el nombre del inspector, ja., ja- Esos ya fabricaban cañones para Hitler.
Muy bueno, me recordó a la película pandillas de nueva york (donde sale dicaprio D: xD), aunque creo que tiene ese toque de Inglaterra victoriana y de jack el destripador, pero bueno excelente contribución mi estimado amigo y como dijo el buen maestro Piero Sanchez, nos volveremos a ver en l blogosfera binaria
ResponderEliminarMe gustó el relato. Es cierto que hay algunos detalles que podrían editarse, y que el ánimo justiciero de un enmascarado en una ciudad llena de mafiosos rememora un poco a Batman. Pero es ágil, está bien llevado, el suspenso está presente desde el comienzo y no decae hasta el final, que es bastante adecuado. Quedan abiertas muchas dudas (quién es el enmascarado, porqué mata sólo a criminales de esa ciudad, de dónde salió, adónde fue una vez que acabó su misión), pero esas dudas hacen más agradable el tono misterioso del cuento.
ResponderEliminarSaludos!
LDM.