domingo, 10 de enero de 2016

Cuento: Nicolás Kafkis


"El hombre que conoce la verdad está más allá del bien y del mal. El hombre que conoce la verdad ha comprendido que la ilusión es la realidad única y que la sustancia es la gran impostora." 

H.P. Lovecraft


Cuan agobiante resulta a veces el mundo. Probablemente esta simple frase la han dicho y pensado muchos con anterioridad, pero en este momento en particular, mientras observo el sofocante cielo gris sobre mi cabeza, no puedo evitar pensar que he llegado a un punto en que me cuestiono mi propia existencia. Puedo afirmar que ya no me siento cómodo con la vida.
Sin embargo, alguna vez fui un hombre distinto, para quien vivir era un regalo de Dios. Pero Nietzsche tenía razón ¡Dios está muerto! Y la humanidad también, aunque aún no lo sabe. La suave llovizna que cae ahora sobre la ciudad es el triste y silencioso lamento de un planeta consumido, marchito. Y somos nosotros, los hombres, el homo sapiens, quienes hemos convertido nuestro hogar en un infierno. ¡Qué irónico nombre! Homo sapiens. Hombre pensante. ¿Cuántos de quienes lean estas líneas pueden llamarse a sí mismos seres realmente pensantes, reflexivos, conscientes de sus acciones?
Quizás, si no lo hubiera conocido a él, hoy no estaría sentado en este parque, bajo esta lluvia. Solo. Aislado de todo. Tal vez sería uno más de aquellos jóvenes alegres, de sonrisa fácil, llenos de esperanza ante un mundo incierto. Pero ya es tarde para mí. 
Nicolás. Aún hoy puedo recordar sus ojos pintados con los colores del ébano.