miércoles, 22 de mayo de 2013

Cuente Breve: El Silencio de las Flores

Para Arthur Machen

Todas las mañanas, al despuntar el alba, Ofelia dejaba el calor de su cama y se encaminaba al pequeño invernadero que tenía en el jardín trasero de su casa.

Ya había entrado en la tercera edad, pero a pesar de que los años habían trazado surcos en su piel, aún conservaba un poco de la belleza de su juventud. Delgada, de rasgos suaves y una sencilla melena gris coronando su cabeza, su figura evocaba a esas antiguas estrellas del cine de los años veinte.

Acostumbraba llevar largos vestidos con estampados florales, y las flores eran, en efecto, el centro de su vida. No había nada en el mundo que le produjera mayor placer que el encerrarse jornadas enteras en aquel blanco invernadero donde cultivaba las más diversas variedades de rosas, narcisos, crisantemos y otros tantos tipos más, cual más colorido que el anterior.