Cenaban en silencio alrededor de la mesa. La noche se asemejaba a otras noches, aunque algo había distinto esta vez; la oscuridad era más densa, el frío más penetrante, los sonidos más apagados.
Era una familia de cuatro miembros: el padre, la madre, la abuela y un hijo pequeño.
Una lámpara ubicada en un rincón iluminaba la habitación, un cuarto pequeño y austero, apenas decorado con unas pocas pinturas de segunda mano. Las cortinas que cubrían las ventanas estaban sucias y desgastadas. En el exterior se podía escuchar el rumor del viento, a veces más fuerte, otras apenas perceptible. Junto a la puerta, recostado cerca de una estufa, dormitaba un viejo gato gris.